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FILOSOFÍA Y SOCIEDAD
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lunes, 3 de diciembre de 2012
miércoles, 28 de noviembre de 2012
LA ESTÉTICA TRASCENDENTAL
Cualquiera que sea el modo como un conocimiento pueda relacionarse con los objetos, aquel en que la relación es inmediata y que sirve de medio a todo pensamiento se llama intuición.
Pero esta intuición sólo tiene lugar en tanto que el objeto nos es
dado, lo cual sólo es posible, al menos para nosotros los humanos,
cuando el espíritu ha sido afectado por él de cierto modo. Se llama sensibilidad
la capacidad de recibir las representaciones según la manera como los
objetos nos afectan. Los objetos nos son dados mediante la sensibilidad,
y ella unicamente es la que nos ofrece las intuiciones; pero, sólo el
entendimiento los concibe y forma los conceptos. Mas todo pensamiento
debe referirse en último término, directa o indirectamente, mediante
ciertos signos, a las intuiciones, y por consiguiente a la sensibilidad;
pues de otra manera ningún objeto puede sernos dado. Consiste la sensación
en el efecto de un objeto sobre nuestra facultad representativa, al ser
afectado por él. Se llama empírica la intuición que se relaciona con un
objeto mediante la sensación. El objeto indeterminado de una intuición
empírica se llama fenómeno.
Dentro de esta teoría del conocimiento una parte elemental son las
denominadas intuiciones puras. Las intuiciones puras es todo aquello en
lo cual no se halla nada de lo que pertenece a la sensación. Percibe
toda diversidad de los fenómenos bajo relaciones a priori. Según Kant las intuiciones puras son el espacio y el tiempo.
ESPACIO Forma pura de la sensibilidad |
TIEMPO Forma del sentido interno y condición formal de todos los fenómenos |
1. El espacio no es un concepto empírico extraído de experiencias externas | 1. El tiempo no es un concepto empírico extraído de alguna experiencia |
2. El espacio es una necesaria representación a priori que sirve de base a todas las intuiciones externas | 2. El tiempo es una representación necesaria que sirve de base a todas las intuiciones |
3. El espacio no es un concepto discursivo, (...) sino una intuición pura | 3. El tiempo no es concepto discursivo o, como se dice, universal, sino una forma pura de la intuición sensible |
4. La originaria representación del espacio es, pues, una intuición a priori no un concepto | 4. La originaria representación tiempo debe estar, pues, dada como ilimitada |
Tomado de: Estética trascendental (http://es.wikipedia.org/wiki/Est%C3%A9tica_trascendental)
LA DUDA METÓDICA
LA DUDA METÓDICA
Método esencial de la filosofía cartesiana que tiene como objetivo la
fundamentación radical del conocimiento y que consiste en rechazar como
inadecuadas todas aquellas creencias de las cuales pueda plantearse alguna duda.
El ejercicio de la duda metódica pone en cuestión el valor de los sentidos pero
tambien el de la razón deductiva. El mundo físico, el cuerpo ajeno y el propio
no superarán la duda metódica. Sólo el cogito resiste los embates de la duda
metódica.
Este método le sirvió a Descartes para el descubrimiento del cogito, concepto que expresa, por una parte como la primera verdad, la verdad plena y absolutamente cierta ("pienso, luego existo"), y por otra, la realidad especial a que dicha verdad se refiere: la mente autoconsciente. La duda metódica, en especial su crítica a los sentidos le sirvió a Descartes para la defensa del carácter inmaterial de la mente: todos los cuerpos son dudables, incluido el propio, la mente propia no lo es, luego la mente debe estar constituida de una realidad distinta a la física, las mentes son substancias pensantes ("res cogitans"), los cuerpos substancias extensas (" res extensa").
Tomado de: Duda Metódica (http://www.e-torredebabel.com/Psicologia/Vocabulario/Duda-Metodica.htm)
lunes, 26 de noviembre de 2012
ZYGMUNT BAUMAN Y LA MODERNIDAD LÍQUIDA
¿Por qué no se puede ser feliz en este tren?
Lo que pasa es que, en estas circunstancias, ya no hay propiedad en los deseos,
se han colectivizado por imposición, se muestran nuestros deseos por
TV, se convierten en nuestros deseos al “importarse” desde el señuelo
televisivo o mediático hasta nuestra mente. Nos apropiamos, sin saberlo,
de verdaderos parásitos psicológicos, mentales, existenciales.
Busca así, el ser moderno, saciar este apetito inaprensible mediante
la adquisición de artículos y bienes materiales; pero el vacío que
intenta llenar es otro, es un reclamo que busca la recuperación de los
vínculos con los demás y con el entorno.
La amorfa consistencia de las relaciones actuales, la cada vez más
fácil “capacidad” de disolver pactos personales, la brevedad de las
relaciones interpersonales, etc. hablan de una liquidez en el mundo
social y un enfriamiento del mundo afectivo. Existe así una sensación de
inestabilidad y esto, en el ámbito educativo, se traduce en desinterés,
en tanto: “Para qué aprender algo que en unos meses se vuelve obsoleto”
como ocurre con los conocimientos de informática, genética, arte y
otras disciplinas en continua transformación.
Nos llama la atención observar: Más cosas hay en el mercado, más ansias de poseer renacen.
¿Qué ocurre? ¿Por qué la tenencia de cosas incita a acaparar más todavía?
Esto puede ejemplificarse diciendo que el sistema “rasca donde no
pica”, se pretende apagar la sed con agua salada, se ofrece, a la gente,
la alternativa de elegir el camino pero sin mostrarle jamás a donde
conduce.
Tomado de: Modernidad líquida y existencia líquida (http://intercambia.net/temas/index.php/zygmunt-bauman-modernidad-liquida-y-existencia-liquidada/)
ZYGMUNT BAUMAN Y LA MODERNIDAD LÍQUIDA
Desterritorialización; adicción a la seguridad y miedo al miedo
La pertenencia a “ningún sitio”, la ausencia de raíces, de anclajes, de territorio sume a nuestra cultura en el desasosiego y el miedo. Todos nos aferramos a seguridades, a plataformas, a espacios que no se mueven, a salvavidas virtuales de la angustia.
Lo “líquido” de la modernidad – volviendo a la concepción de Baumam - se refiere a la conclusión de una etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras “sólidas”, como el régimen de producción industrial o las instituciones democráticas, que tenían una fuerte raigambre territorial. Ahora, “el secreto del éxito reside (…) en evitar convertir en habitual todo asiento particular”. La apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña la administración de un territorio.
Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior. Lo que Sloterdijk llamó “la ciudad amurallada” hoy ya no es un refugio, sino la fuente esencial de los peligros.
Nos hemos convertidos en ciudadanos “adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella” (Sloterdijk), lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “normalizar el estado de emergencia”.
El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto.
"Miedo" es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla (Z. Bauman, Miedo Líquido, 2007).
Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios… un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro… Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo…
Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos (si es que en realidad hacemos esos esfuerzos) de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales. El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.
La pertenencia a “ningún sitio”, la ausencia de raíces, de anclajes, de territorio sume a nuestra cultura en el desasosiego y el miedo. Todos nos aferramos a seguridades, a plataformas, a espacios que no se mueven, a salvavidas virtuales de la angustia.
Lo “líquido” de la modernidad – volviendo a la concepción de Baumam - se refiere a la conclusión de una etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras “sólidas”, como el régimen de producción industrial o las instituciones democráticas, que tenían una fuerte raigambre territorial. Ahora, “el secreto del éxito reside (…) en evitar convertir en habitual todo asiento particular”. La apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña la administración de un territorio.
Nuestras ciudades, afirma Bauman, son metrópolis del miedo, lo cual no deja de ser una paradoja, dado que los núcleos urbanos se construyeron rodeados de murallas y fosos para protegerse de los peligros que venían del exterior. Lo que Sloterdijk llamó “la ciudad amurallada” hoy ya no es un refugio, sino la fuente esencial de los peligros.
Nos hemos convertidos en ciudadanos “adictos a la seguridad pero siempre inseguros de ella” (Sloterdijk), lo aceptamos como si fuera lógico, o al menos inevitable, hasta tal punto que, en opinión de Zygmunt Bauman, contribuimos a “normalizar el estado de emergencia”.
El miedo es más temible cuando es difuso, disperso, poco claro; cuando flota libre, sin vínculos, sin anclas, sin hogar ni causa nítidos; cuando nos ronda sin ton ni son; cuando la amenaza que deberíamos temer puede ser entrevista en todas partes, pero resulta imposible situarla en un lugar concreto.
"Miedo" es el nombre que damos a nuestra incertidumbre: a nuestra ignorancia con respecto a la amenaza y a lo que no se puede hacer para detenerla o para combatirla (Z. Bauman, Miedo Líquido, 2007).
Los temores son muchos y variados, reales e imaginarios… un ataque terrorista, las plagas, la violencia, el desempleo, terremotos, el hambre, enfermedades, accidentes, el otro… Gentes de muy diferentes clases sociales, sexo y edades, se sienten atrapados por sus miedos, personales, individuales e intransferibles, pero también existen otros globales que nos afectan a todos, como el miedo al miedo…
Los miedos nos golpean uno a uno en una sucesión constante aunque azarosa, ellos desafían nuestros esfuerzos (si es que en realidad hacemos esos esfuerzos) de engarzarlos y seguirles la pista hasta encontrar sus raíces comunes, que es en realidad la única manera de combatirlos cuando se vuelven irracionales. El miedo ha hecho que el humor del planeta haya cambiado de manera casi subterránea.
Tomado de: La modernidad líquida podría "licuar" las religiones (http://www.tendencias21.net/La-modernidad-liquida-podria-licuar-las-religiones_a12121.html)
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